Javier Peteiro
Cartelle. Doctor en Medicina. Xefe de sección de bioquímica do CHUAC.
Autor do ensaio “El autoritarismo científico” (Miguel Gómez Ediciones, 2010).
(Texto leído na presentación do libro “La salud como
negocio” na Coruña. 26-Novembro-2014).
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Dr. Javier Peteiro Cartelle |
La bondad o maldad
de una idea es observable en sus consecuencias, pero unas son más aparentes que
otras. Este libro nos muestra los efectos de una idea inhumana, la del modelo
ultraliberal, en el sistema sanitario público. El título ya indica lo esencial
de su tesis: la salud de muchos se ha convertido
en negocio para no pocos.
El trabajo
realizado es tan difícil como importante, pues ilumina algo con la luz de
abundante información concreta y contrastable. El contexto lo describe muy bien
en el prólogo el profesor Beiras, destacando que la financiarización del
capital disocia la especulación de la producción y distribución de bienes y
servicios en la economía real. También nos dice que, cuando ese modelo, de
economía de casino, entra en crisis, el capital reacciona contra los salarios de
los trabajadores y reclama para la inversión privada los espacios ocupados por
el sector público, siendo todo ello facilitado a su vez por la pérdida de
soberanía real del estado – nación frente a los gigantes transnacionales.
Estamos ante un
modelo en el que todo vale ante el dios dinero.
Las abundantes noticias sobre tanta corrupción en nuestro país desvelan algo
malo, lo ilegal, pero quizá su peor efecto sea que cubren a la vez algo que
también es perverso y que es lo legal actual. Y es que, como es sabido, lo
legal y lo ético no van necesariamente unidos. Es ahora cuando sabemos de los
beneficios de que legalmente disponen nuestros supuestos representantes en
claro contraste con otras situaciones recientes imposibles de comprender. Se nos está haciendo daño. A
unos más, a unos menos. Hay imágenes crudas al respecto, hay datos de
instituciones benéficas que hablan de hambre. Al lado de nuevos ricos horteras,
muchos de ellos ladrones, crece la masa social del precariado y la cantidad de
gente que desciende a la miseria.
Pero desde esa
impresión podemos hacer muchos discursos insustanciales. Nada peor que lo
superficial. Conocer la realidad implica describir, analizar, sus distintos
sectores, en profundidad. Y uno de esos sectores, cuya importancia no es
cuestionable, es la salud. En ese ámbito, como en otros muchos, pareciera que
fuerzas oscuras nos atacan; los mercados, se dice. Pero no hay tales
oscuridades. Son personas concretas con nombres y apellidos, son firmas
respetables quienes lesionan nuestros derechos. Y uno de esos derechos, el de
una asistencia sanitaria pública decente, es consustancial al hecho de ser
ciudadanos. Por lo que un ataque a un derecho básico supone incluso algo más,
implica, si cabe, una desposesión en el plano ontológico, por el que dejamos de ser ciudadanos para ser
asegurados, súbditos, recursos humanos o elementos peligrosos. Como
ciudadanos que no nos negamos a serlo somos políticos. Muchos de quienes se
definen como tales desconocen que ya Aristóteles nos definió así, como animales
políticos y por eso también se nos niega ese modo de ser en el mundo. Basta con
recordar cómo es habitual que se descalifiquen las manifestaciones en las
calles o huelgas diciendo que tienen tinte político. Pues claro. El hecho mismo
de estar hoy aquí es político.
Concretemos un poco
más sobre este magnífico texto. Este libro analiza los efectos de un modelo
cruel en la salud mostrando cómo el criterio mercantil, el afán de negocio, no
conoce límite alguno. No es fácil mostrarlo. Por una parte, supone mucho
trabajo. Por otra, valentía, algo que escasea en nuestros tiempos. En la
Introducción, el profesor Vicenç Navarro dice muy acertadamente que el libro
“es una mina de información”. También indica que estamos ante un texto “escrito
de una manera amena, fácil de leer y comprender”. Considero esto un tanto
discutible. Efectivamente, es de fácil y amena lectura desde el plano
intelectual, pero esa misma lectura se ve dificultada porque lo que revela
conmueve, irrita, indigna y es que, a pesar de ver telediarios y leer
periódicos, se hace difícil asumir que
el afán de lucro sea tan burdamente insensible a la muerte que provoca.
Es un libro
valiente. Se ataca al sistema desde dentro, desde el conocimiento que esa
inclusión confiere. No todo el mundo es capaz y es que se asume por mucha gente
que estas cosas no deben hacerse, que para qué, que nadie va a arreglar el
mundo, etc., etc. Hay una expresión preciosa de Beiras en su prólogo. Dice que “contra
ellos es preciso que los ciudadanos desencadenemos un huracán de ideas, de
rebelión cívica y de ofensiva política realmente democrática.” Suena bien,
tanto que parece utópico, pero no lo es. No debiera confundirse nunca el ideal
con la utopía. El ideal alumbra esperanzas y despliega decisiones. El ideal es
necesario mientras que la utopía acaba siendo siempre distopía, algo que
alcanza a esa perspectiva ingenua de la bondad de un progreso científico
imparable. Este libro se encuadra en el ideal necesario pero tomando pie en lo
real para transformarlo. Tan es así, tan realista es en su confección, que el
propio Pablo lo califica de “libro de
combate”. Ya lo había publicado en gallego en 2012. En sólo dos años, la
realidad ha superado las predicciones más negativas haciendo necesario un libro
de mayor difusión y contenido como es el que hoy presentamos.
Tratar de resumir
este trabajo equivaldría a mutilarlo, por lo que me abstendré de ello. O se lee
o no, pero no es posible decir tanto necesario en menos espacio. Este libro es,
pues, de combate, de combate defensivo se entiende, porque nunca hubiera surgido si no se hubiera producido ese ataque inhumano
desde quienes deben estar al servicio de la ciudadanía y han optado por
convertirse en vampiros de ella. Es descriptivo fundamentalmente, a la vez
que explica lo que describe. Pero también es sugerente, porque el material
proporcionado suscita la reflexión que
precede a la acción precisa. No basta con victimismos. Al contrario, hay que
estudiar por qué hemos llegado a esta situación y cómo salir de ella. La tarea
por hacer es muy vasta y precisa de muchos.
Una de las grandes
armas del poder, de ese monstruo económico que destroza hombres, animales y
plantas, que acaba con todo lo bello y lo bueno, que no tiene límites, reside
en la enajenación del sujeto a la que traté de aludir anteriormente, se basa en
hacer del sujeto objeto, en reificarlo. Pasada la época del tráfico de
esclavos, hoy es la tecnociencia la que
sostiene la nueva esclavitud. La ciencia, como Jano, tiene una doble faz.
No se trata de poner en cuestión su indiscutible bondad, pero sólo desde la
inocencia pueril puede ignorarse el mal que permite, un mal facilitado por la
simbiosis entre la tecnociencia y el mercado.
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Pablo Vaamonde, Manuel Martín, MªJosé Rubio, Javier Peteiro |
La enajenación
tiene mucho que ver con la incomunicación. Sabemos de la paradoja existente.
Podemos comunicarnos por Skype a la velocidad de la luz con una persona que
viva en cualquier punto del planeta. Tenemos smartphones que nos dan acceso a
toda la información que precisemos. Las redes sociales incrementan de día en
día a un ritmo vertiginoso el número de miembros. Pero, a pesar de toda esa supuesta comunicación, estamos más solos que nunca.
El individualismo es atroz y parece impedir una acción colectiva que ha de
ser retomada con vigor, mejorando las estructuras ya existentes, sean
sindicales, profesionales, de foros de debate, del tipo que sean siempre que
defiendan la democracia. Hay un elemento
relacionado con esa desposesión pretendida de nuestro ser de ciudadanos, de
políticos y es la educación. Poéticamente habita el hombre, decía Hölderlin. No
parece que esa posibilidad esté facilitada por una pseudoeducación acomodaticia
y utilitarista que persigue la aparición de técnicos flexibles y obedientes en
tanto no sean sustituibles por robots.
Es fácil
embelesarse ante lo que la tecnología
nos ofrece y la Medicina ha
sucumbido en buena medida a la fascinación de la técnica y a la tentación
de reconocerse como ciencia. De ese modo, en vez de médicos estamos pasando a
tener científicos de la Medicina, que no es precisamente lo mismo. Desde la
pretendida perspectiva científica surge un higienismo religioso que confunde
enfermedad con pecado y que medicaliza lo normal; porque lo normal ya no lo es
si excede a la norma, sea ésta estadística o epidemiológica . Esa Medicina
triste, industrializable, confunde la norma de la fábrica de cosas con la norma
biológica a la que debemos someternos; dicho de otro modo, nos hace candidatos
a ser certificables nos ISOfica. Curioso el término ISO que sin pretenderlo
hace evocar el griego “isos”. Pasamos a ser cosas como agregados moleculares
explicables desde la lamentable metáfora informática genética.
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Dr. Javier Peteiro Cartelle |
Todos, cada uno, tenemos un desafío ético. A veces, basta con decir sí o no cuando hay que hacerlo, simplemente.
Y, en lo concerniente al sistema sanitario público hemos de tener en cuenta
algo. No sólo es atacado por las grandes firmas, por tiburones mercantiles o
por los expertos en puertas giratorias. Existen
muchas complicidades activas y pasivas en este mercadeo de salud. Si hay
médicos que salvan vidas y que mantienen la dignidad del sistema público
formando equipo con todos los demás estamentos (hemos visto la importancia de
las limpiadoras con ocasión del ébola), también hay muchos médicos que, desde
puestos directivos participan del desmantelamiento que pretenden de ese
sistema. Además de las que irónicamente llama Pablo “vidas ejemplares”, hay
mucho cómplice mediocre embarcado en beneficiar a los grandes por un miserable
plato de lentejas en forma de dirección o subdirección de algo, desde la que
ser servil y tirano a la vez.
Y es que la Medicina ya no está en manos de médicos,
sino de gestores mediocres, de firmas diagnósticas, terapéuticas (el caso
de sofosbuvir para la hepatitis C es un buen ejemplo) e informáticas. Hace un tiempo algunos médicos de atención primaria
plantearon objeción de conciencia ante las consecuencias del abominable Real
Decreto 16/2012. Pero… ¿serviría de algo? En absoluto, porque un paciente es ya un número, pero no el
que tiene su cama o su historia en papel; es un número informático. Si no hay
ese número, no hay análisis, no hay radiografías, no hay nada; en síntesis, no
hay paciente. Curiosamente no hay paciente sin número pero sí que hay número
sin paciente porque lo que le importa al mercado del paciente no es él como tal
sino toda la información que supone su número de historia. Podría decirse que
las historias, como los genes, ya no son nuestros. Los enfoques Big Data
facilitan ya que incluso se pueda hacer negocio con los que son moribundos o
muertos, porque a un muerto también se le puede extraer información; no la
clásica de una necropsia, sino la utilizable para estudios de mercado.
Pacientes y personal sanitario estamos informatizados,
vigilados, siendo sospechoso cualquier atisbo de crítica. Sometidos a vigilancia y embobados en una competitividad enmarcada en
la estúpida frase tantas veces oída de labios de nuestros ilustres gestores de
que “hay que saber venderse”. Una frase habitual y que ignora que hay una
palabra para ello en el diccionario.
Finalizo con una
frase incluida en la introducción que hace el profesor Navarro. Dice que la medicina privada parasita los servicios
públicos. Es una gran verdad. Por un lado, se nutre de sus médicos, pues
los especialistas lo son en España en la inmensa mayoría de casos gracias al
sistema MIR. Por otro, la reticencia mostrada siempre a la exclusividad en el
sistema público ha favorecido la extraña relación entre el sector público y
privado, por la que vemos a ilustres médicos que trabajan en varios hospitales
(o simplemente pasan por ellos) a la vez que muchos más compañeros tienen
contratos basura o sencillamente emigran.
Pues bien, mostrar
“La salud como negocio”, título de
este brillante libro, es un magnífico acicate para que muchos digamos que hasta aquí hemos llegado.