Ano 2004, no Pazo
da Moncloa. O presidente recibeao
ministro de Cultura e aos directores dos centros Cervantes, que solicitan
aumento do presuposto. Zapatero non perde o sorriso: “Hay dinero, hay mucho dinero este año. Y el año que viene habrá más. La
economía va como un tiro”. Esta anécdota foi relatada por Muñoz Molina,
daquela director do Cervantes de Nova York. Revela ben ás claras a actitude
frívola e imprudente do presidente do goberno. A incompetencia daqueles momentos e as medidas
adoptadas ao final do seu mandato, cando tomou decisións severas en contra do
seu propio ideario e contra o pobo, deixaron unha penosa herdanza. Amparou a
burbulla inmobiliaria, negou a crise e non adoptou medidas contra dela. Deixou
medrar a corrupción e que invadise as maquinarias dos partidos e os despachos
oficiais. Pagou os seus pecados nas urnas, pero a cidadanía tardará en
esquecer.
Mais os seus
sucesores, que recuperaron o poder prometendo o final da crise e o desgoberno,
non fan máis que aumentar o sufrimento colectivo. A súa actuación non está
guiada pola bisoñez e a incompetencia, senon que teñen un plan perfectamente
trazado,cunha forte base ideolóxica, e
que persigue crear áreas de beneficio privado a expensas dos orzamentos.Hai fortes lazos de complicidade coa banca e
cos especuladores financeiros. Trátase, en definitiva -segundo Manuel Rivas-, dun poder oculto que expolia o diñeiro público
e, agora xa, sen necesidade de ocultar a catadura. Reclama unha alianza para
facer fronte ao todopoderoso Partido dos Ladróns.
O goberno de Rajoy
ten as cousas ben claras. Mariano xa non tiña dúbidas cando era un mozo e
defendíacon vehemencia a “desigualdade natural" dos seres humanos.Dacordo cos
seus principios está a facer unha actuación implacable: en pouco máis dun ano
fulminou os dereitos laborais, recortou con severidade a sanidade e a
educación, reduciu ao mínimo as axudas á dependencia, precarizou a situación
dos pensionistas e deixou sen sanidade aos inmigrantes; Mentres tanto as axudas
á banca fluiron con total xenerosidade.Gabriela Cañas denunciaba nun margnífico artigo que “es tal el descaro con el que los dirigentes
adoptan sus decisiones en esta carrera por aumentar la desigualdas que ni
siquera se toman la molestia de cuidar las formas”.Sinalaba tamén que asistimos inermes ao gran
expolio, executado desde o poder con total impunidade.Na última semana de novembro de 2012 o
goberno acordou entregar á banca 37.000 millóns de euros. Ao día seguinte
decidiu non tocar a inxusta lei hipotecaria que leva a miles de familias á
intemperie e tamén deixou a 145.000 coidadores familiares de dependentes sen
Seguridade Social.
Juan José Millás
ironizaba nun artigo recente sobre as similitudes entre a mafia e o Estado.
Decía que sempre pensou que a mafia aspiraba a ser Estado mentres que, agora,
semella que as cousas están do revés:é
o Estado o que actúa a imaxe e semellanza das mafias. As cloacas da corrupción
corrompen todo e agora “las tuberías de
los albañales y las del agua potable se cruzan, se atraviesan, se abrazan, no
sé, el caso es que cuando abres el grifo de la cocina sale mierda”.Esta imaxe hiperbólica se cadra é algo máis
que literatura. Empezamos a sospeitar que ten moito parecido coa realidade.
En calquera caso as
consecuencias das políticas aplicadas, seguindo o catecismo ultraliberal, están
á vista. Podemos velas a diario nos nosos barrios e no noso contorno persoal.
Asistimos á privatización da vida, vemos como a incerteza planea sobre o noso
futuro e sabemos que nada está garantizado. Os datos tamén son contundentes. O
último informe elaborado pola Fundacion Foessa debuxa un escenario pouco
prometedor:en España xa hai tres
millóns de persoas en situación de pobreza extrema e un 6,4% dos españois
están ao borde da exclusión social. Segundo este estudo o empobrecemento e a
inseguridade económica de moitos fogares chegou a un punto de non retorno, e cada vez hai máis diferenciación cidadá no acceso aos dereitos básicos.Cáritas xa advertiu que a multiplicación
de recortes sociais “están sentando las bases
para que el impacto de la crisis se cronifique entre los más desfavorecidos”.A desigualdade da poboación medrou de xeito
escandaloso: a distancia entre o 20% máis rico e o 20% máis pobre é o máis
grande de Europa.
Detrás dos números hai persoas que sofren, e que non son os responsables da situación creada. As
políticas adoptadas nos últimos tempos non contribúen a diminuir o dano
colectivo, pero sí axudan a aumentar os beneficios privados. Semella que os
recortes, as privacións e a laminación dos deritos se producen de xeito
inexorable e que non existen outras posibilidades. Mais non é certo. O
empobrecemento e a desigualdade son provocados e aumentados pordecisións políticas, fundamentadas nunha
ideoloxía clasista, e persiguen aumentar a riqueza dos máis ricos a expensas de
eliminar a clase media, soporte fundamental do estado de benestar. O sociólogo
Antonio Ariño xa advertiu que “estamos caminando hacia una Europa amoral y
asocial: alguien tendrá que aplicar otras políticas”.
Pero había señales. Los artífices del llamado 'capitalismo popular' ya habían ensayado con éxito la creación de burbujas para apropiarse de los ahorros de los incautos, como el crecimiento y caída de las 'punto com'. Hay engaño. Pero tampoco hemos sido demasiado descreídos. La cultura de la desigualdad está tan arraigada en nuestro mundo que observamos con perplejidad lo que debería haber sido tan evidente como la caída de la manzana por efecto de la gravedad. Saludos.
Yo no sé de esto más que lo que veo. Y leer “posts” como éste me inducen a suponer que mi mirada no me engaña y que las cosas son trágicamente tan simples como lo parecen. Estamos ante un expolio masivo, planificado. Recientemente, el poder, a través de diferentes voces, todas estúpidamente iguales, ha asociado la protesta pacífica al terrorismo. Te pueden echar a la calle a ti y a tus hijos y no puedes ni protestar. Eres un asesino en potencia si lo haces. A esa situación hemos llegado. Más de media España es sospechosa de ser filo-etarra. Pero las comparaciones reales son otras. La que se puede establecer con el ghetto de Varsovia parece ya sólo cuantitativa. No creo que esté exagerando. Entonces eran los judíos, y hay que recordar que el “diagnóstico” de judío no siempre era fácil; ahora cualquiera puede ser segregado y conducido a la miseria y a la muerte. La diferencia sólo reside en el modo de propiciarla. Ya no es “industrial”… ¿o sí? No es posible, no puede ocurrir… pero ocurre. Sucede lo impensable. De momento, no a mí (no mucho a mí), pero cada día más cerca de mí. Y es posible porque la servidumbre voluntaria alcanza cotas impensables en otras épocas. Servidumbre de médicos, de profesores, de periodistas, de escritores, de demasiada gente. Porque si a uno le dan quinientos euros por deslomarse no está mal; se podría estar sin trabajo. Porque si a un viejo le quitan las medicinas, ya dejará de fumar y de tomarse alguna taza de vino, que son cosas malas para la salud. Y si tiene que dejar de comer carne, o de comer en general, que lo deje, y así… hasta que la muerte lo separe de este mundo que ha construido con su esfuerzo para acabar viendo que no es suyo, que nunca lo fue en realidad. En épocas de estrechez la gente se emocionaba con las tristezas de Sissi emperatriz y lloraba ante la muerte de María de las Mercedes, pobre Don Alfonso. Ahora nos ponen el baile de la rosa de Mónaco y sabemos que los ricos también lloran, que son como nosotros, de carne y hueso. Incluso hasta se mueren y todo. Y mientras, los alemanes que, como alguien dijo, ya perdieron dos veces en el siglo XX en su deporte nacional, parece que van a ganar esta vez en otro juego, el Monopoly, sin necesidad de tener que construir campos de concentración ni gastar un euro en gas.
Pero había señales. Los artífices del llamado 'capitalismo popular' ya habían ensayado con éxito la creación de burbujas para apropiarse de los ahorros de los incautos, como el crecimiento y caída de las 'punto com'. Hay engaño. Pero tampoco hemos sido demasiado descreídos. La cultura de la desigualdad está tan arraigada en nuestro mundo que observamos con perplejidad lo que debería haber sido tan evidente como la caída de la manzana por efecto de la gravedad. Saludos.
ResponderEliminarYo no sé de esto más que lo que veo. Y leer “posts” como éste me inducen a suponer que mi mirada no me engaña y que las cosas son trágicamente tan simples como lo parecen. Estamos ante un expolio masivo, planificado.
ResponderEliminarRecientemente, el poder, a través de diferentes voces, todas estúpidamente iguales, ha asociado la protesta pacífica al terrorismo. Te pueden echar a la calle a ti y a tus hijos y no puedes ni protestar. Eres un asesino en potencia si lo haces. A esa situación hemos llegado. Más de media España es sospechosa de ser filo-etarra.
Pero las comparaciones reales son otras. La que se puede establecer con el ghetto de Varsovia parece ya sólo cuantitativa. No creo que esté exagerando. Entonces eran los judíos, y hay que recordar que el “diagnóstico” de judío no siempre era fácil; ahora cualquiera puede ser segregado y conducido a la miseria y a la muerte. La diferencia sólo reside en el modo de propiciarla. Ya no es “industrial”… ¿o sí?
No es posible, no puede ocurrir… pero ocurre. Sucede lo impensable. De momento, no a mí (no mucho a mí), pero cada día más cerca de mí. Y es posible porque la servidumbre voluntaria alcanza cotas impensables en otras épocas. Servidumbre de médicos, de profesores, de periodistas, de escritores, de demasiada gente.
Porque si a uno le dan quinientos euros por deslomarse no está mal; se podría estar sin trabajo. Porque si a un viejo le quitan las medicinas, ya dejará de fumar y de tomarse alguna taza de vino, que son cosas malas para la salud. Y si tiene que dejar de comer carne, o de comer en general, que lo deje, y así… hasta que la muerte lo separe de este mundo que ha construido con su esfuerzo para acabar viendo que no es suyo, que nunca lo fue en realidad.
En épocas de estrechez la gente se emocionaba con las tristezas de Sissi emperatriz y lloraba ante la muerte de María de las Mercedes, pobre Don Alfonso. Ahora nos ponen el baile de la rosa de Mónaco y sabemos que los ricos también lloran, que son como nosotros, de carne y hueso. Incluso hasta se mueren y todo.
Y mientras, los alemanes que, como alguien dijo, ya perdieron dos veces en el siglo XX en su deporte nacional, parece que van a ganar esta vez en otro juego, el Monopoly, sin necesidad de tener que construir campos de concentración ni gastar un euro en gas.